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27 Si le conceden un solo deseo, pida una idea. Percy Sutton   por   puntoedu
 
 
Wombat 6/1/2009 | 11:12:33 PM  
 
El cronista
Todo triunfo, así como la derrota requiere un cronista, sin el cual la historia sería ignorada.
Tags:
  cuento   letras            
 

 

Yo cuidaba a mi dama imperturbable. Saltó un caballero por encima de un compañero nuestro, era un aliado, un valiente aliado, que al ver que los demás no se animaban, tomó la decisión de iniciar la ofensiva, así es la política de sorprendente.
Un enemigo se adelantó, un enemigo pequeño, petulante, nos causó un poco de gracia, semejante audacia, uno de mis compañeros se adelantó también, no vaya a creer el atrevido que teníamos miedo.
Parece que recién se dieron cuenta que iba en serio, por que un caballero del otro bando tomó una posición de precaución, deteniéndose exactamente detrás del osado.
Nosotros decidimos ponernos un tanto agresivos, detrás de nuestro caballero de adelantó otro de mayor rango, como para afirmar nuestra decisión de mantenernos en la avanzada.
Otro temerario pequeño se adelantó, demostrando un valor igual al del caballero, creo que en realidad intentaban protegerlo, después de todo era un jefe.
Allí uno de los nuestros realizó un acto de sorprendente valor, se desprendió de nosotros e hizo un avance enorme, lo que me molestó, ya que con ello desprotegía a mi hermosa reina, la que yo adoraba y cuidaba a costa de cualquier sacrificio.
Los vecinos parecieron no perturbarse por esta brecha inesperada pero sé que sí se conmovieron pues un caballero de mayor rango se movió de su puesto, acercándose imperceptiblemente, como para que no nos diéramos cuenta que habían advertido a nuestra semi desprotegida señora, tal vez si hubieran elegido a alguien de menor rango, nos lo hubiéramos tragado.
No sé que pensó el esposo de mi señora, no sé si se dio cuenta de lo desprotegida que ella estaba, pero así tan gordo y torpe como es, de andar pesado, así y todo hizo uno de los movimientos que yo más rápido le vi realizar, se apartó de su esposa, y en su lugar envió a otro caballero; yo jamás hubiera hecho una cosa así, no se merecía una esposa tan digna.
Ese día fue el de las sorpresas por que el señor del otro bando hizo lo mismo que mi señor, yo ya no era capaz de comprender, claro que la dama del otro bando no corría tanto peligro como nuestra señora.
Me entró pánico así que tomé la delantera, como para prevenir algún desastre, dispuesto a dar la vida si fuera necesario, algo que mi señor no estaba dispuesto a dar.
El guardián de la señora del bando vecino hizo lo mismo que yo, envalentonado, para no ser menos.
Por suerte, un caballero amigo vino a apoyarme, a hacer causa común y se puso a mi lado con mucha elegancia.
Los atrevidos, hicieron lo mismo, un caballero se puso a lado del guardián de la señora, esos movimientos nos estaban enfureciendo.
Vino un caballero de los nuestro de mayor rango a interesarse en la cuestión.
Y los vecinos al ver que aunque estábamos enojados no llegábamos a los hechos, un atrevido de igual importancia que yo, se mandó a acercarse más de la cuenta sin pedir la más mínima protección, en el fondo lo admiré un poco.
Por eso fue un compañero a enfrentarlo tibiamente, no vaya a ser que crea que le tememos, por que tampoco es cuestión de dejar pasar la provocación.
Y pasó algo que nos dejó boquiabiertos, la dama vecina se trasladó, alejándose de su guardaespaldas, no era que quedaba sola, pero fue portentoso, preparándose una batalla y ella totalmente despreocupada.
Nos dejó tan alelados que un compañero nuestro se acercó, yo pensé que para observarla mejor.
Su curiosidad fue un epitafio, lo mataron más rápido de lo que sus ojos se posaron sobre la señora, pagó caro tamaña determinación, y encima el muy estúpido puso en peligro a uno de los caballeros, por que un enemigo de mi rango, el asesino, lo estaba amenazando.
Pero también pagó caro su atrevimiento porque uno de los nuestro lo mató instantáneamente, devolviendo el agravio.
Y vino otro, ofuscado por las recientes muertes, la sangre se olía en el ambiente.
Allí fue un compañero también azuzado por el olor a sangre a amenazar a uno de sus jefes.
Ese jefe ni se molestó con él, saltó por encima de mi compañero con un giro torcido.
Uno de nuestro jefe, se le enfrentó.
Allá se movieron las filas inquietas y se acercó un raso a observar mejor los acontecimientos.
En ese momento otro de nuestros jefes, literalmente se coló en las filas enemiga, rompiendo todos los esquemas de agrupamiento, los nuestros y los de ellos, amenazando socarronamente a jefes de menor rango que él, directamente en las filas enemigas, yo pensé que desperdiciaba costos y energía en una maniobra sin futuro
Y casi me viene un infarto, por que la señora del vecino, se acercó al caballero, nosotros nos miramos con muchas dudas, por que el enfrentamiento era bastante extraño, con tantos valientes, la dama se acerca al enemigo, pensamos mal, se los aseguro, por un fugaz momento se me ocurrió si no sería la actitud de la amante al acercarse al brioso que le enloquecía el corazón, más que la de la señora defendiendo a alguien de su propia grey.
Un compañero se acercó, asombrado casi de nuestra repentina quietud.
Uno de ellos amenazó a nuestro jefe, yo me puse pálido, era mi jefe o yo, el enemigo me miraba riéndose, por que en cualquier lucha uno sabe que antes que el jefe se muere uno.
Me persigné, pensando en que mi señora ni siquiera se había movido de su lugar, que no había tenido tiempo de disfrutar de su grácil desplazarse, y de la suave y perfumada brisa que se expandía con su andar de leona peligrosa, me despedí del mundo cruel.
Nuestro jefe, más interesado en lo que ocurría cerca de la señora del vecino, lo ignoró y grácilmente de una cabriola que solo un jefe de su rango puede realizar, lo evitó, y me puso en la posición exacta de mi enemigo, condenándome, sin darme la oportunidad de al menos morir defendiendo a mi dama, o en manos de alguien de rango superior, esta batalla se ha quedado sin su vocero, lamento no poder contar cómo terminó esta partida de ajedrez.
Fui comido prematuramente por un audaz, pero inferior peón negro.

 

 
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